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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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23-05-2014

 

 

 


 

 

 

 

 

Boris kagarlitsky

El destino de Donetsk se está decidiendo en Jarkov

SURda

Ucrania

Opinión

Boris kagarlitsky

 

El resultado preliminar de la revuelta en el sudeste de Ucrania se puede describir como un equilibrio inestable. Intentando aplastar a la república de Donetsk por medio de sus fuerzas armadas, las autoridades de Kiev han encontrado la derrota. El ejército, como se esperaba, se ha negado a hacer la guerra contra su propio pueblo, y las fuerzas del Sector de Derecha y de la Guardia Nacional resultaron claramente insuficientes para enfrentar incluso a la  milicia, ni hablar de las protestas de masas.

No hay bases aún, sin embargo , para hablar de una victoria de la República Popular de Donetsk. Mientras que el "objetivo máximo" de Kiev ha sido restaurar rápidamente el control de Donetsk y Lugansk, su "objetivo mínimo" es contener la rebelión abierta en  estas dos provincias. Este es el plan mínimo que,  pese a todo, se está llevando a cabo con gran ineptitud .

Los miembros de la milicia han tenido algún éxito que otro en nuevas tomas de edificios o en izar la  bandera de la república sobre otras  áreas pobladas. Estas pequeñas victorias levantan el ánimo de la resistencia y en menor medida mejoran su situación táctica, pero no crean condiciones para una ofensiva estratégica.

Los activistas de Donetsk y Lugansk harían bien en recordar la famosa fórmula de Lenin, "la defensiva es la ruina de la insurrección".  Sus acciones, sin embargo, se basan en una visión particular de la situación,que es orgánica no solamente entre los líderes del movimiento, sino sobre todo en una parte sustancial de las masas ucranianas del sudeste. Los insurgentes están convencidos de que todo lo que tienen que hacer es aguantar por un cierto tiempo, y Rusia vendrá en su ayuda; si eso no puede ser en la forma de intervención militar directa, se podrá encontrar algún otro mecanismo.

Por desgracia desde el inicio de la revuelta, cada día que pasa demuestra que estas esperanzas son ilusorias.

En el pensamiento de los activistas de la "primavera rusa" de Ucrania no hay separación entre las autoridades rusas, la élite, y la sociedad en general. Y perciben todo esto como un conjunto uniforme, más allá de un pequeño número de opositores liberales rusos, aislados en su propio país. Es llamativo que mientras estos activistas tienen un excelente dominio de la naturaleza contradictoria del orden político y social dentro del Estado ucraniano, no son capaces de ver las mismas contradicciones en el país hermano.

Ucrania del Sudeste, por su parte, se ha convertido en un obvio rehén de todas estas contradicciones. El Moscú Oficial carece tanto del deseo como de la decisión de recurrir a la intervención activa. El programa máximo de los dirigentes de Moscú consiste en quedarse con Crimea, y los lemas patrióticos sobre la hermandad eslava son más bien una herramienta de propaganda interna. De ninguna manera representan una estrategia para la política exterior de la élite estatal, que sobrevive vendiendo los recursos naturales del país a Occidente. Por supuesto, los oligarcas rusos encontrarían de su agrado tomar bajo su control las empresas y recursos del sudeste de Ucrania. Pero por el momento el precio de este copamiento (tanto político como directamente financiero) y los riesgos asociados son muy altos, y lo más importante, aumentan día a día. Incluso si una fracción de la elite rusa tiene tales planes y ambiciones, por ahora han sido claramente pospuestos. En cualquier caso, las personas que constituyen el liderazgo ruso no son políticos, sino burócratas y  especialistas en relaciones públicas, personas que simplemente no tienen ni la experiencia ni la inclinación necesaria para tomar decisiones arriesgadas que alteren radicalmente la situación. Ninguna de estas personas podría llegar incluso imaginar cómo habría que actuar en condiciones de crisis y revoluciones de masas.

Fueron los líderes de Crimea quienes tomaron la iniciativa en esa oportunidad, y en la práctica, obligaron a Moscú a aceptar tanto las formas como también el ritmo precipitado de la integración, dejando a los burócratas rusos no sólo sin alternativas, sino incluso sin tiempo para pensar. La situación es diferente en las provincias restantes del sudeste de Ucrania.

Los representantes de la República de Donetsk y de los movimientos del sudeste ucraniano se aparecen frecuentemente por Moscú, donde son recibidos calurosamente y con buena voluntad. Se organizan para ellos reuniones con periodistas y diputados de la Duma. Y luego se los manda a casa con las manos vacías. Los individuos a través de los cuales el Moscú oficial manifiesta su apoyo a los "pueblos hermanos" son gente que no decide nada, y ni siquiera participan en debates sobre cuestiones importantes. Simplemente se los utiliza para transmitir fórmulas de propaganda que no están presentes en la agenda política.

Moscú no puede, por supuesto, cortar públicamente su apoyo a la república de Donetsk. Eso sería un desastre en términos de política interna y propaganda, y el potencial de ese desastre para las actuales autoridades rusas es mayor en la medida en que  hoy en día tratan de construir su prestigio sobre el curso de la crisis ucraniana. Si la revuelta se estrella mientras Rusia no hace nada, el efecto inmediato será el de provocar la indignación masiva. El problema está sin embargo en que es imposible prever lo que va a pasar. A medida que tratan de maniobrar y ganar tiempo, las autoridades rusas arriesgan perder el momento clave, que la situación se salga de control, y que simplemente se ven obligados a aceptar el resultado, sea lo que sea.

La paradoja está en que este punto de inflexión estratégico no será necesariamente resultado de alguna iniciativa de Kiev. Si los rebeldes quieren retener la iniciativa en sus manos, simplemente no pueden darse el lujo de esperar por las decisiones del Kremlin. Por el contrario, tienen que crear una nueva situación a partir de sus propias acciones decidiendo de antemano cuáles serán.

El avance del desarrollo de la lucha en el sudeste de Ucrania sólo se producirá cuando los  centros regionales mayores , sobre todo Jarkov y Odessa, se unan al movimiento. Por supuesto,  las autoridades de Kiev entienden esto perfectamente, puesto que están utilizando todos los medios a su alcance para tratar de mantener su control sobre estas regiones y para sellarlos ante todo lo que venga de la república Donetsk. La experiencia de los últimos días ha demostrado que para las protestas de masas a desarrollar en estos centros, las consignas de hermandad con Rusia y defensa de la lengua rusa son totalmente inadecuadas.

La ampliación de la base social del levantamiento dependerá de su programa, de los objetivos y lemas que proclame. En el contexto de una situación económica que empeora inexorablemente, sólo las demandas dirigidas a satisfacer las necesidades urgentes de las masas pueden servir para movilizar a esa gran cantidad de personas que hoy  simpatizan con la república rebelde, pero que no están listas para levantar su bandera.

Es perfectamente posible proponer hoy un programa social anti-oligárquico, y un programa de este tipo ni siquiera tiene que ser de izquierda o exclusivamente socialista. Basta con llamar a la nacionalización de los bienes de los oligarcas ucranianos que se han asociado abiertamente al régimen de Kiev, y reclamar que esos recursos sean aplicados a la solución de los problemas sociales, la inversión en salud, educación y desarrollo de infraestructura .

En condiciones de crisis revolucionaria, la moderación deja de ser una virtud. Por el contrario, resulta ser suicida. Mientras más moderados se muestren los líderes de las repúblicas de Donetsk y Lugansk, menos esperanzas tendrán de conducir a la  la lucha de masas a la población del otro lado de las fronteras de sus regiones. Huelga decir que este tipo de acciones son susceptibles de alarmar a los burócratas de Moscú que piensan permanentemente en los intereses de "sus propios" oligarcas. Pero por lo por lo mismo que ya dijimos, son precisamente los políticos de Moscú los que ahora han terminado también siendo rehenes de la situación en Ucrania. Si la revuelta se desplaza hacia un curso más radical, las autoridades de Moscú se verán obligadas a vencer sus prevenciones y dar su aprobación. De la misma forma en que se vieron obligados, en el caso de América Latina, a llegar a un acuerdo con Hugo Chávez, a pesar de que las medidas sociales se están llevando adelante en Venezuela no son para nada de su agrado.

Los activistas y dirigentes de la república Donetsk pronto tendrán que decidir. O sucumbir mientras mantienen sus ojos fijos en Moscú, o, si quieren tener una oportunidad de victoria, basarse en los intereses sociales de su propia población. Todavía están a tiempo para tomar la decisión. Pero con cada día que pasa, el tiempo se acaba.

Tomado de Links, Revista para la renovación socialista.
Traducción: Fernando Moyano


 
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